“Por las calles del mundo vaga un niño perdido, lleva todas las razas sobre la piel”, canta Alberto Cortés. A menudo se escucha en los discursos “Los niños son el futuro”, pero nos hemos preguntado alguna vez ¿qué hacemos para brindarles un buen presente?
Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT) 168 millones de niños en el mundo trabajan y 85 millones de ellos realizan trabajos peligrosos. Cuando hablamos de Trabajo Infantil no es difícil imaginarse una triste postal proveniente de algún país del mal llamado tercer mundo: niños descalzos, hambrientos, sumidos en la miseria. Lo que no sabemos es que esta postal está más cerca de lo que pensamos. En la Unión Europea también hay miles de niños explotados laboralmente, enmascarado bajo la forma de contratos de aprendizaje.
En Portugal, los datos hablan de un número considerable de niños que trabajan en las industrias textiles de vestir y de calzado. En el sur de Italia, hay niños que trabajan en pequeños talleres industriales o manufactureros sin condiciones de seguridad, por cantidades muy inferiores al salario de un adulto. Y aunque nos cueste creerlo Alemania no es la excepción. Según la organización alemana “Activos contra el trabajo infantil”, “en Alemania se explota a menores en sectores sumergidos o informales de la economía. Nos referimos a la prostitución, que en algunos casos tiene conexiones con producción de pornografía”. Según sus cálculos son explotados entre 10 y 20 mil niños en este sector, aunque la organización alerta que “la cifra sumergida es mucho mayor”.
A pesar de esta cruda realidad ha habido grandes avances. En Cali Colombia, donde la taza de trabajo de menores entre 7 y 17 años alcanza un 4,8%, los empresarios comenzaron a mostrar el sello ‘Libre de trabajo infantil’, buscando erradicar esta vieja práctica.
Pero qué pasa con Bolivia, por ejemplo, único país en el mundo dónde el trabajo infantil es legal. La realidad dice que si los niños no trabajan la familia no come. ¿Podemos ser tan categóricos?
La verdad es que hay que hacer un trabajo conjunto con leyes de seguridad social que garantice a quienes son el “futuro del mundo” poder vivir disfrutando cada etapa de su desarrollo, la cual nunca más volverá.
Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT) 168 millones de niños en el mundo trabajan y 85 millones de ellos realizan trabajos peligrosos. Cuando hablamos de Trabajo Infantil no es difícil imaginarse una triste postal proveniente de algún país del mal llamado tercer mundo: niños descalzos, hambrientos, sumidos en la miseria. Lo que no sabemos es que esta postal está más cerca de lo que pensamos. En la Unión Europea también hay miles de niños explotados laboralmente, enmascarado bajo la forma de contratos de aprendizaje.
En Portugal, los datos hablan de un número considerable de niños que trabajan en las industrias textiles de vestir y de calzado. En el sur de Italia, hay niños que trabajan en pequeños talleres industriales o manufactureros sin condiciones de seguridad, por cantidades muy inferiores al salario de un adulto. Y aunque nos cueste creerlo Alemania no es la excepción. Según la organización alemana “Activos contra el trabajo infantil”, “en Alemania se explota a menores en sectores sumergidos o informales de la economía. Nos referimos a la prostitución, que en algunos casos tiene conexiones con producción de pornografía”. Según sus cálculos son explotados entre 10 y 20 mil niños en este sector, aunque la organización alerta que “la cifra sumergida es mucho mayor”.
A pesar de esta cruda realidad ha habido grandes avances. En Cali Colombia, donde la taza de trabajo de menores entre 7 y 17 años alcanza un 4,8%, los empresarios comenzaron a mostrar el sello ‘Libre de trabajo infantil’, buscando erradicar esta vieja práctica.
Pero qué pasa con Bolivia, por ejemplo, único país en el mundo dónde el trabajo infantil es legal. La realidad dice que si los niños no trabajan la familia no come. ¿Podemos ser tan categóricos?
La verdad es que hay que hacer un trabajo conjunto con leyes de seguridad social que garantice a quienes son el “futuro del mundo” poder vivir disfrutando cada etapa de su desarrollo, la cual nunca más volverá.